lunes, 7 de abril de 2025

Reseña: Leo Jiménez en Bogotá, un reencuentro tras más de 10 años con aires de reconciliación

La última vez que Leo Jiménez visitó Colombia estaba en la cúspide de su carrera en solitario. Venía de gira celebrando 20 años de carrera musical, y la expectativa de lo que vendría en aquella presentación previa a su concierto en México —del que quedó registro videográfico— estaba más alta que nunca. Fue en esa gira donde las molestias en su garganta, de las que se venía hablando durante varios meses, se hicieron notorias justamente en Bogotá. Allí logró sacar adelante el concierto echando mano de la técnica vocal que lo hace uno de los mejores vocalistas en español del metal, de Carlos Expósito y del público que, fiel y entregado, actuó de corista en varios momentos.

Después de su presentación en Bogotá, llegó el concierto en Cali, donde no pudo cantar: ya su garganta no podía más. Afortunadamente, el público —con mal sabor de boca— fue la voz principal junto con Carlos Expósito, quien cantaba mientras tocaba la batería, y Leo fue un guitarrista más de su banda.

Tras ese concierto, con mucho esfuerzo, Leo logró sacar adelante la grabación de su DVD en México para completar lo que sería el material de celebración de sus 20 años de carrera. También se puso en duda su capacidad vocal y hubo toda una polémica alrededor de su profesionalismo y autocuidado. Tras 20 años tras el apocalipsis, vinieron 2 álbumes más, 4 sencillos, otro momento crítico con su voz en 2018 y una cirugía en su cuerda vocal derecha en 2022, de la que afortunadamente salió bien librado. En medio de todo eso, Leo Jiménez volvió un par de veces a Latinoamérica, pero no regresó a Colombia. En sus fans siempre quedó la sensación de que no volvía al país por temor a revivir los recuerdos de aquel diciembre de 2014, que supusieron tanta incomodidad para él.

Sin embargo, con Leo la espera no fue eterna. A finales del año pasado se anunciaba su regreso a Colombia, esta vez con la gira 30 años tras el apocalipsis, dando cuenta precisamente del tiempo que llevaba sin visitarnos. Para el caso de Bogotá, el encuentro estaba inicialmente planeado en el bar Ace of Spades —un lugar acogedor y con la calidad necesaria para brindar un buen espectáculo—, pero debido a la cantidad de boletas vendidas, la locación cambió al Auditorio Mayor de la CUN por su mayor capacidad (más de 2000 personas).

Por fin llegó el 4 de abril, y Leo Jiménez con su banda se reencontraría con el público bogotano después de 10 años. Tras la presentación de la banda telonera América —que cumplió con su función de ambientar la espera— y unas dificultades logísticas que atrasaron el inicio de la presentación alrededor de 15 minutos, sobre las 9:15 de la noche, Leo y su banda aparecieron en la tarima. Saludaron al público y prometieron que la pasaríamos «de puta madre» para, posteriormente, iniciar con los acordes de Desde niño —que, en lo personal, es una de mis favoritas de toda su carrera y una de las que facilitaron mi fidelidad y fanatismo con su voz—. Al final de la canción, quien escribe ya estaba sin voz.

El repertorio continuó con Con razón o sin razón de La factoría del contraste para cerrar el primer momento del concierto con Condenado —de su primer álbum en solitario, Títere con cabeza—. Después de estas primeras tres canciones, donde él y su banda («Los Leos») activaron a todos los asistentes con una puesta en escena inmejorable, Leo se tomó un par de segundos para volver a saludar al público: recordó que llevábamos mucho tiempo sin verlo y que, por eso, esa noche él y sus compañeros tratarían de compensar el tiempo de espera con una gran presentación.




Tras este pequeño saludo, Leo anunció que llegaría un himno. Nos pidió levantar los puños y preparar las voces porque llegaba Soy libertad —para mí, una de las canciones más exigentes a nivel vocal de toda su carrera—. Debo decir que, pese a los rumores y el secreto a voces acerca de su capacidad vocal, escuché en toda su presentación —sobre todo en esta canción— a un Leo que maneja su voz mejor que nunca. Quizás debido a sus 30 años de experiencia cantando, junto con sus dolencias y tratamientos, que siempre enseñan de la manera más difícil. Después vino La era de la individualidad, ejecutada de manera impecable por la banda. Siempre señalo la ironía de quienes deciden grabar esta canción, justo por ser una crítica franca y descarnada a la dependencia que tenemos de los dispositivos móviles, que nos alejan de vivir experiencias importantes, como un concierto.

Para este momento del concierto, quien escribe esta reseña estaba con la voz reventada y con toda la energía entregada a vivir el momento. Pero Los Leos habían prometido un gran show y no nos dejarían descansar el tiempo que estuvieran sobre el escenario. Por eso, inmediatamente después de un tema tan intenso como el anterior, llegó Volar —después de la introducción de Leo cantando el estribillo a capella—. Personalmente, Volar es la canción que más me gusta de toda su carrera, donde también plasma una calidad vocal impresionante que no decepcionó en su interpretación, haciéndonos olvidar la dedicada pero maltrecha última versión que vimos en Bogotá en 2014. Valga decir que yo disfruté tanto aquella como la que nos brindó Leo 10 años después. Para seguir recorriendo su época de 037, llegó Llévame, donde todo el auditorio se volvió una sola voz coreando esta gran balada.

Tras el respiro que todos pudimos tomar con esta canción, era momento de volver a la actualidad musical de Leo y recordar su último álbum. Anunció que tocaría Mesías: arrancó «la tralla» y yo no sabía por qué seguía con mi cuello intacto, si no había hecho más que moverlo durante casi una hora. La banda continuó con Cielo e infierno —primer sencillo de Leo después del parón musical obligatorio por la pandemia—, que interpretaron con gusto y soltura.

Leo tomó el micrófono y dijo: «Para este momento del concierto siempre pido un saludo para una banda a la que quiero mucho y que seguramente ahora mismo están en Madrid… Esa banda se llama Saratoga… ¿Queréis que toquemos una canción de Saratoga?». El público no pudo gritar más fuerte después de aquella pregunta. Así que Carlos Expósito, Cristian Juárez y Rufo Cantero empezaron a hacer sonar Vientos de guerra —la canción con la que Leo dio a conocer su voz a los fans de Saratoga—. Inmediatamente después de terminar esta canción, arrancó Perro traidor: un clásico no solo de Saratoga, sino del metal en español, y que, si bien no lo grabó Leo, se escuchó diferente tras su llegada a la banda. Durante estas dos canciones, el auditorio volvió a ser una sola voz con Leo. Continuando el recorrido por Saratoga —sin bajar la intensidad—, Los Leos tocaron No, un verdadero regalo para los fans de esta época. Veinte años después de su paso por la banda, no desconocemos la importancia de Leo en la consolidación del grupo, lo que hace difícil que hoy, casi dos décadas después de su salida, sea complicado no relacionar inmediatamente a Saratoga con Leo y viceversa. Para cerrar este recorrido y que todos pudiéramos respirar, Leo anunció que tocarían Parte de mí —la única balada de Agotarás—, volviendo a usar al público bogotano como corista de esta emotiva canción.

«No puedo creer que si tengo aquí al mismísimo batería de Stravaganzza… Si fiché para Los Leos al mismísimo bajista de Stravaganzza y estoy aquí con dos tíos que se saben todos los putos temas de Stravaganzza… No vayamos a tocar algo de Stravaganzza… ¿Queréis algo de Stravaganzza? Pues vamos a ello». Y así arrancó Grande, dedicado al productor Big Simon —artífice de la consolidación de muchas bandas de la llamada Nueva Ola del Metal Español—, una canción emotiva y contundente que Leo defendió vocalmente de forma impecable. Inmediatamente después, Cristian Juárez empezó un arpegio en su guitarra que solo significaba el inicio de Hijo de la luna —quizás la canción más popular de toda la carrera de Leo—. Sobra decir la ejecución magistral de Los Leos y la actitud del público.

Tras la consabida pausa para tomar energías y encarar la última parte del concierto, la presentación siguió con unas palabras de Leo resaltando el rol de los voluntarios en misiones humanitarias que, en muchas ocasiones, dan su vida por ayudar a los demás. Después de estas palabras, dio paso a Vuela alto de Animal solitario, brindándonos un último momento de emotividad tras 10 años de espera.

Después de este respiro, Leo tomó el micrófono para preguntar si el público estaba cansado. La verdad es que sí: tras casi dos horas de temas interpretados de manera impecable y con una energía envolvente, por lo menos yo y varios a mi alrededor estábamos exhaustos, pero con ganas de más. La negativa a la pregunta de Leo fue unánime. El último tema de Animal solitario que tocaría en la noche llegó con los primeros acordes de Misantropía: un tema festivo que no se corresponde con la letra de desencanto y agobio por la humanidad, y que Leo interpretó junto con el público bogotano. Otro tema recurrente en sus presentaciones en esta ciudad, al menos en las últimas tres.

Leo anunció un último regalo especial para la noche: por primera vez desde el lanzamiento del sencillo en 2023, tocaría en vivo Ficción o realidad. Si bien no todos conocían la canción, fue un tema perfecto para no bajar los ánimos tras casi dos horas de show lleno de canciones icónicas y una energía en tarima incomparable. Para finalizar una noche inmejorable, Leo jugó con el público bogotano a corear el estribillo de Es por ti —nada más y nada menos que el último bonus track con el que cierra La factoría del contraste—. Un tema famoso entre los hispanohablantes de finales de los 90 e inicios de los 2000, y que, como la mayoría de los covers de Leo Jiménez, su voz y sus arreglos hacen las canciones más disfrutables y, muchas veces, mejores que la original. Tras este gran tema —19 canciones y más de 10 años de espera—, Leo y su banda cerraron su presentación en Bogotá. Espero que lo hayan hecho con un mejor sabor de boca que la última vez y con un público alegre, satisfecho y agradecido.

Al salir del teatro, escuché a varias personas señalar, sobre todo, el gran espectáculo que dieron Los Leos, el gran nivel vocal de este cantante y también los habituales comentarios de que faltó tal o cual canción. Qué difícil resulta complacer a un público con un repertorio de casi 200 canciones durante más de 30 años de carrera. Por mi parte, solo puedo decir que fue un repertorio difícilmente mejorable y un espectáculo impresionante de inicio a fin. Espero que no vuelvan a pasar más de 10 años para volver a escuchar en vivo a la mejor voz del metal en español y que, más pronto que tarde, tanto Leo como Los Leos vuelvan a este país a entregarnos las canciones que nos quedaron debiendo el 4 de abril.

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