jueves, 31 de julio de 2025

Reseña: Kraken en Bogotá, la historia que aún se escribe

Tras una gira de cinco fechas por España —que, si mi memoria no me falla, fue la primera vez que llevó a Kraken a tocar en tierras europeas—, la banda más grande del metal colombiano volvía a poner los pies sobre esta tierra. El reencuentro con sus compatriotas tendría lugar en el Lourdes Music Hall el 25 de julio. Como no podía ser de otra manera, la confusión respecto a la fecha del concierto tuvo en vilo a varios fans —incluyéndome a mí—, que no sabíamos bien cómo organizar nuestros calendarios para cumplir la cita con el titán del rock nacional una vez más.

Sin embargo, una vez superado el impasse, y con una boletería que —hasta donde sé— se antoja exitosa, el regreso de Kraken a los escenarios bogotanos prometía ser el momento de refrendar el éxito cosechado en Europa ante los esquivos —y a veces ingratos— fans de la capital.

La noche comenzó con Royal Project, unos conocidos de la escena bogotana que cumplieron muy bien su función de calentar los ánimos. Como buenos amantes del rock, el público disfrutó de la actuación de estos expertos en tributar los clásicos del género, haciendo más llevadera la espera.

A las 11:50 p. m., tal como indicaba el programa, las luces se apagaron. Rubén Gelves, Julián Puerto, Andrés Ramírez, Ricardo Wolff y Andrés Leiva salieron al escenario. De inmediato, todos reconocimos el intro del primer tema de la noche: el piano que da inicio a Palabras que sangran. Roxanna Restrepo, llevando la melodía con la voz, nos invitó a unirnos al canto mientras las guitarras se sumaban a la interpretación. Cuando todos los instrumentos se acoplaron y estalló la canción, Roxanna apareció en escena con su presencia inconfundible y la energía necesaria para completar el grupo que haría del 25 de julio una noche inolvidable, y del 26, un comienzo perfecto.

La interacción entre Roxanna y el público fue constante durante toda la noche. Y qué decir del épico estribillo de Palabras que sangran: no hay mejor momento para ubicarlo que al principio del concierto, cuando las voces aún están intactas para gritar sin miedo y entregarnos por completo al vuelo musical que supone ver a Kraken en vivo.

La cita apenas comenzaba, y Roxanna ya lanzaba la pregunta que todos los fans de Kraken llevamos esperando más de 20 años responder en cada concierto: «¿De qué cosa no quiero que me hables, Bogotá?» Por supuesto, las voces estaban listas para corear No me hables de amor, que nos devolvió 38 años atrás hasta el Kraken I. Inmediatamente después llegó Aves negras, en mi opinión uno de los temas más exigentes en cuanto a voz y progresiones rítmicas, interpretado con el respaldo de un público completamente entregado tras ese arranque con tres clásicos imprescindibles de la banda.

Luego Roxanna tomó la palabra para contarnos que venían de una gira por España defendiendo su más reciente álbum, Kraken VII: Los pasos del titán, y que compartirían también ese nuevo material con el público bogotano. Así llegó Sombra desnuda, la primera canción original de Kraken que Roxanna interpretó hace alrededor de cinco años. Fue grato ver a tanta gente coreándola —yo el primero— con el mismo entusiasmo que los clásicos. Después, la banda nos regaló una de las canciones que más disfruto en vivo desde la llegada de Roxanna, Cuervo de sal, una joya del Humana deshumanización que han sabido incorporar en un repertorio lleno de verdaderos himnos. Quiero creer que los músicos de Kraken también han aprendido a disfrutar tocar esa canción tanto como yo escuchándola y, siendo así, espero que la sigan tocando en todas sus presentaciones. Pero a los fans nos gustan los clásicos. Kraken lo sabe, y por eso la siguiente fue nuevamente un viaje al Kraken I con la contundente Escudo y espada.

Tomada de: Facebook oficial de Kraken

Para no perder la energía retomada con Escudo y espada, la séptima canción de la noche fue la más contundente de su Kraken VII, Hombre mito, hombre leyenda. Sobra decir que fue una interpretación impecable de los músicos y un desempeño vocal de Roxanna Restrepo que hacían olvidar que esa voz había pasado del verano mediterráneo a la altura bogotana en cuestión de días.

Después, para tomar un poco aire sin perder impulso, Roxanna reflexionó sobre los momentos difíciles y los buenos maestros que pueden llegar a ser. Entonces anunció que tocarían Sin miedo al dolor, y Luis Ramírez hizo sonar el famosísimo intro. El Lourdes Music Hall fue una sola voz durante el coro de esta canción que, con el tiempo, ha logrado abrirse un lugar entre los clásicos de la banda.

Y hablando de clásicos, Frágil al viento lo es por méritos propios. No creo que haya un momento de mayor comunión entre la banda y los fans. No importa si la tocan al inicio, a la mitad o al final: la voz del público está presente de principio a fin. Y no es para menos. Esta canción nos recuerda que, más allá del desamor, lo que duele no es que los romances terminen, sino que terminan, que no volverán, y que todo lo dado, vivido y sentido se va. Ya la madrugada del 26 de julio era testigo de esa voz colectiva, entregada a esta balada tan sentida como admirada.

Aprovechando ese momento de emotividad, Roxanna agradeció al público bogotano y comenzó a cantar a capella: «No vivas para ser por temor la presa de otros sueños, se vive una vez para ser eternamente libre». De inmediato, la banda acompañó los acordes de la eterna Muere libre, marcando el tránsito entre la emotividad y el festejo absoluto. Yo, que hace 20 años llegaba del colegio a poner Kraken: Huella y camino en la grabadora de mi casa, siempre he sentido que cuando llega Muere libre, llega el fin del concierto. Así que mi emoción venía acompañada de cierto desconcierto, apenas habían tocado 10 canciones. Era tarde, sí, pero no lo suficiente. Todos podíamos dar más si Kraken nos lo permitía. La canción terminó y el escenario se apagó. Afortunadamente, el susto fue solo eso: un susto.

Tras un par de minutos, la banda regresó anunciando el tramo final de su presentación. Lo importante era que la música seguía. Tocaron El silencio del marfil, la primera canción del Kraken VII, y para mí la más completa y disfrutable del álbum, una muestra del virtuosismo individual de cada miembro, que juntos logran crear piezas tan memorables como esta. Le siguió Flores de trébol, una canción contundente y que siempre que escucho quisiera cantarla y escucharla aún más fuerte, ya con la voz maltrecha por las 11 canciones previas los asistentes del Lourdes Music Hall lo dimos todo en una canción que merece ser cantada por todos, que nadie se quede callado mientras esta suena.

Nuevamente las luces del escenario se apagaron, esta vez por un periodo más breve de tiempo. Después, sólo se iluminó el teclado y Rubén Gelves hacía sonar los primeros acordes de Vestido de cristal, quizás la introducción a Kraken de todos sus fans, la canción más conocida de la banda y, por supuesto, un himno que recordaba la trascendencia de Kraken a través del tiempo y de los músicos. La esencia, la creatividad y el legado de Elkin Ramírez estaban en el Lourdes Music Hall esa madrugada, y los fans lo estábamos presenciando y honrando.


Después llegó otra balada: No importa que mientas, del Kraken VI, grabada por Elkin mientras luchaba contra su enfermedad. Es una de las más emotivas de su repertorio, y el público la recibió con respeto y emoción. Si alguien dudaba de que este bloque de canciones era un homenaje a Elkin, los acordes de Lenguaje de mi piel y la dedicatoria de Roxanna —esta vez no solo a Elkin, sino también a Ozzy Osbourne, fallecido días antes— lo hicieron explícito. Una vez más, fuimos una sola voz cantando esta gran canción, celebrando al responsable de que, después de 40 años y aún tras su muerte, Kraken siga sonando, componiendo y tocando.

Finalmente, y como no podía ser de otra manera, el cierre fue con la canción que dio inicio a este proyecto hace ya 41 años: Todo hombre es una historia. En lo personal, este tema es mi brújula vital; mi vida se divide entre antes y después de haberlo escuchado por primera vez. Por eso, cada vez que lo oigo en vivo es como si fuera la primera. Ya con la voz rota y los pies destrozados, grité y salté con una canción que llevo grabada en el alma. Estoy seguro de que muchos otros en el público también.

Así, Kraken terminaba una presentación más en Bogotá, dándolo todo y dejando más que conformes a sus fans. Desde el fallecimiento de Elkin Ramírez, siempre que los he visto en vivo reflexiono sobre el hecho de que es un verdadero privilegio poderlos seguir viendo. Que hayan decidido seguir con una banda fundada y sacada adelante por una figura irreemplazable, a pesar de la nostalgia, a pesar de las críticas y comentarios de los cobardes de las redes sociales, a pesar de todo. Pero parece que no todos son conscientes de ello y suelen dar a Kraken por sentado, por lo que el apoyo siempre es menor al que merece una institución del rock colombiano con unos integrantes absolutamente virtuosos y profesionales.

Sueño con el día en que Kraken, sin una orquesta filarmónica detrás —algo que se dice fácil, pero que pocas agrupaciones del mundo han conseguido—, logre un sold out en Bogotá, algo que resultaba difícil incluso con Elkin Ramírez en vida. Entre tanto, seguiré apoyando a esta banda, a estos músicos que han marcado y siguen marcando mi vida, mientras no puedo hacer más que agradecer que Kraken siga viviendo, y ojalá lo hagan muchos años más.

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